Key takeaways
Brasil es uno de los países más digitalizados del mundo y, al mismo tiempo, uno de los más golpeados por el fraude de identidad, con intentos que superan los 1,9 millones en solo tres meses de 2025.
El robo de móviles, la fragmentación de la identidad civil y la debilidad en el control de consentimientos convierten al país en un terreno fértil para el crimen organizado.
Los enfoques tradicionales de verificación, basados en revisión humana o pruebas biométricas puntuales, ya no funcionan frente a deepfakes, suplantaciones y fraudes sistémicos como el del INSS.
La única estrategia eficaz es un marco de defensa en profundidad que combine verificación documental, biometría avanzada, monitorización continua y consentimiento trazable, apoyado por cooperación público-privada.
Brasil vive una auténtica paradoja: es uno de los países más digitalizados del mundo, pero también uno de los más vulnerables al fraude de identidad. Por poner en contexto, solo en el primer trimestre de 2025 hubo casi 1,9 millones de intentos de fraude bancario, el dato más alto desde que se comenzó a medir el fraude en 2023.
Pero no es lo único preocupante. Hasta febrero de 2025, se llevaba a cabo un ataque cada 2,2 segundos, lo que supone un incremento de cerca del 40% con respecto al año anterior. Además, la ANPD (Autoridade Nacional de Proteção de Dados) registró más de 250 incidentes de filtración de datos en agosto de 2025, mientras que el robo de contraseñas creció un 160% interanual.
El fraude de identidad en Brasil no es un accidente: es un negocio rentable, con organizaciones criminales que combinan el robo físico, la ingeniería social, la inteligencia artificial y algunos vacíos regulatorios para crear operaciones fraudulentas a gran escala.
Por eso, en este artículo, te contaremos cómo frenar el fraude de identidad en Brasil y reducir su impacto, para que deje de convertirse en un coste estructural para las organizaciones que operan en el país.
Existen cinco factores clave que hacen que Brasil sea un terreno fértil para el fraude de identidad:
En Brasil, un simple robo de teléfono móvil puede llegar a formar parte de una operación de fraude a gran escala. El país es líder mundial en este tipo de hurtos: 1 de cada 10 brasileños es víctima cada año y el dispositivo robado rara vez entra al mercado como terminal usado. Los delincuentes tienen mucho más interés en los datos y accesos que contienen estos teléfonos.
De esta forma, un evento aparentemente menor puede ser la puerta abierta al fraude de identidad y financiero:
Cada eslabón de la cadena aumenta el valor del robo inicial. Para una víctima, recuperar todo el acceso a sus cuentas puede llevar semanas, mientras que para los criminales, el retorno es inmediato. Un teléfono de gama media, de unos 500 dólares, en reventa física puede generar miles en préstamos y transacciones. Además, las probabilidades de acabar detenidos son muy bajas: las fuerzas de seguridad centran la mayoría de sus investigaciones en delitos violentos, no en fraudes digitales.
El impacto del fraude en las instituciones financieras y fintechs puede medirse en tres grandes dimensiones:
A todo ello hay que sumar las posibles multas del Banco Central do Brasil y la ANPD si se demuestra que no existían controles adecuados para prevenir el fraude.
La realidad es que buena parte de las soluciones de verificación de identidad que utilizan bancos, fintech o empresas de iGaming en Brasil se han quedado obsoletas frente al nivel de sofisticación que está tomando el fraude. Lo que hace unos años podía servir como capa de defensa, hoy es claramente ineficiente.
En primer lugar, porque la revisión humana ya no escala. La validación manual de documentos y selfies es lenta, cara y está condenada a perder la batalla contra falsificaciones cada vez más perfectas o los deepfakes.
En segundo lugar, porque la biometría aislada ofrece una falsa sensación de seguridad. Un simple selfie en el onboarding, sin pruebas de vida robustas y sin señales adicionales (IP, geolocalización, análisis documental), es un control demasiado débil.
Por último, muchas empresas siguen viendo la verificación como un acto puntual en el onboarding, cuando debería ser un proceso continuo. La autenticación biométrica periódica o los chequeos aleatorios de IP y geolocalización reducen considerablemente las tasas de fraude.
Frente a un fraude tan consolidado y casi endémico como el brasileño, la única solución eficaz es construir un marco de defensa en profundidad. No se trata de añadir fricción ni encarecer procesos, sino de combinar varias capas que colaboren y se refuercen entre sí.
Una de las claves está en reforzar la identidad civil y las credenciales digitales. La Carteira de Identidade Nacional es un paso importante, pero debe acompañarse de mecanismos de autenticación modernos, como autenticación biométrica.
Los procesos de verificación también deben evolucionar hacia un enfoque antifraude. Esto significa integrar verificación documental, biometría con liveness detection, Face Match 1:1, señales de dispositivo e IP, y análisis de comportamiento en tiempo real.
La monitorización continua es ya obligatoria para muchos sujetos regulados y debería incorporarse a todos los flujos de verificación. Supervisar patrones transaccionales, cruzar operaciones con listas de sanciones y PEP y detectar anomalías es fundamental.
Otro pilar es el consentimiento trazable. El caso del INSS demostró que sin registros verificables y revocables, el fraude sistémico es cuestión de tiempo. Auditorías periódicas y factores biométricos adicionales para cambios sensibles deben ser la norma.
Finalmente, el factor humano es clave. La educación digital, sobre todo de los colectivos más vulnerables, debe ir de la mano de herramientas de respuesta rápida: botones de bloqueo inmediato y notificaciones proactivas en caso de actividad sospechosa.
El fraude de identidad en Brasil no puede resolverse únicamente con tecnología privada. Se necesita un marco de acción coordinado. El sector público debe establecer estándares claros de cumplimiento y consentimiento, auditar de forma independiente a las instituciones y sancionar a quienes faciliten el fraude. También debe impulsar campañas masivas de educación digital, especialmente entre mayores y colectivos vulnerables.
Por su parte, la colaboración entre banca, fintechs, telcos y organismos públicos es esencial para frenar prácticas como el SIM swap o la reventa de datos filtrados. El programa Celular Seguro, ampliado en 2025 con integración en apps bancarias, es un buen ejemplo de cómo avanzar en esta dirección.
Invertir en prevención de fraude no es un gasto, es una inversión en propuesta de valor. Y la manera de demostrarlo es midiendo los KPIs correctos:
Cuando se presentan estos datos, incluso el equipo financiero, entiende que la prevención del fraude no solo protege, sino que mejora la rentabilidad.
Las empresas en Brasil afrontan un doble desafío: cumplir con las normativas de KYC/AML y protegerse de un fraude cada vez más sofisticado. El problema es que las soluciones locales más extendidas han demostrado sus limitaciones. IDWall depende en exceso de la revisión humana, lo que ralentiza el onboarding; mientras que Unico no ofrece una plataforma end-to-end, lo que deja brechas que los criminales aprovechan.
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